https://www.youtube.com/watch?v=sLbQqRTIe3k
Julián Ribera y Tarragó (1858 -1934)
En su obra, “Historia de la música árabe medieval y su influencia en la
española”, dedica el capítulo VII al estudio y análisis de la música
oriental en el Palacio de los Omeyas cordobeses. Básicamente se centra
en la figura de Al Ziryab.
Jardín de Ziryab (copia del s. XVI)
Fue discípulo del gran músico Ishaq al-Mawsili (767-850) durante su
infancia en Bagdad. Presentado al Califa Harún al-Rashid, éste quedó muy
impresionado por el joven músico. Sin embargo, los celos de su mentor
le obligaron a abandonar la capital del Califato, poco después de la
muerte de al-Amin en 813. Vagó por Sham (Siria) e Ifriquiya (el norte de
África), viviendo por un tiempo en la corte aglabí de Kairuán, hasta
que escribió al emir de Córdoba, Alhakén I para ofrecerle sus servicios,
que éste aceptó inmediatamente.
A su llegada a Córdoba Alhakén había muerto. Sin embargo, Abderramán II,
su sucesor, le ofreció un palacio, una renta mensual de doscientos
dinares y otras prebendas, sin siquiera haberlo oído cantar. En la corte
cordobesa, Ziryab se convirtió en un personaje muy conocido y fue
considerado el árbitro de la elegancia de los dominadores árabes.
Influyó en el vestido, la cocina o el mobiliario de los que le rodeaban e
introduciendo novedades tanto de uso social como musicales.
Sus innovaciones musicales tuvieron también una fuerte influencia. Según
el arabista Emilio García Gómez, con Ziryab entraron en Hispania las
melodías orientales de origen grecopersa que serían la base de buena
parte de las músicas tradicionales posteriores de al menos una parte de la Península
Ibérica. Añadió al laúd una quinta cuerda y sustituyó el plectro de
madera (pieza que se agarra con la mano y que pulsa las cuerdas) por
otro fabricado bien con uñas, pico o los cañones de las plumas de
águila. También fundó el primer conservatorio del mundo islámico e
introdujo los cantos árabes conocidos como nubas.
Con Ziryab, la alta sociedad cordobesa aprendió además las más
exquisitas novedades de Oriente: peinarse con flequillo, recetas de la
cocina bagdadí (Una de las recetas se conserva hoy en día con su nombre:
el ziriabí1 ), el consumo de espárragos, y el uso de copas de cristal,
en lugar de las de oro y plata, y manteles de cuero fino.
En Córdoba, ya en el siglo IX, existe una lírica medieval profana de las
mismas características que la trovadoresca pero con siglos de
antelación. Es segura la influencia del Califato en toda la lírica y
cultura posterior del mundo cristiano. http://www.youtube.com/watch?v=-7PEMN8zeK8
Zyriab
La
fama de todos los cantores precedentes vino a ser oscurecida y sus
cantos olvidados al venir el gran músico oriental, cantor eminente,
discípulo directo de los clásicos Mosulíes, por mediación del cual
penetró en España la caudalosa producción de la música árabe, realizada
en el período de mayor apogeo por la escuela más clásica. Este
notabilísimo cantor es la piedra angular del arte musical español,
puesto que su música no sólo se divulgó, sino que se hizo dominante en
la Península. El más grande historiador de la España musulmana le dedicó
un buen espacio en su crónica, que vamos a extractar. Dice Abenhayán en su Almoctabis:
«Ziriab es el apodo por el que generalmente se conocía a este músico. Su verdadero nombre fue Abulhasán Alí ben Nafi. Era cliente del Emir al-muminín al-Mahdí al-Abasí. Por ser de color moreno muy subido, por la claridad y fluidez de su habla y la dulzura de su carácter, se le conocía también por el Pájaro negro.
En Bagdad fue discípulo de Ishac el Mosulí, cuyos cantos aprendió rápidamente, sin que éste se enterara, y, merced a su sagaz entendimiento, a su destreza y facilidad de aprender y a su buena voz, llegó a mayor altura que su propio maestro. Bien sabido es que Ishac era capaz de componer obras musicales superiores a las que pudiese ejecutar cualquier extraño, por sobresaliente artista que fuera, y que nadie llegó a superarla en fama; pero Ishac no se dio cuenta realmente de lo que Ziriab había aprendido hasta que este último hubo de ser presentado a Harún ar-Rashid. Esto ocurrió de la manera siguiente:
Un día mencionóse ante Harún el nombre de Ziriab, como discípulo aventajado de El Mosulí, y éste dijo: «Sí, le he oído algunas cosas bonitas, algunas melodías límpidas y emocionantes, sobre todo algunas en que yo le he insinuado modificaciones peregrinas que él ha aceptado y usado, las cuales son de invención y descubrimiento míos, y se las indiqué porque las consideraba yo muy a propósito para las especiales aptitudes artísticas de Ziriab».
Al saber esto Harún ar-Rashid mostró deseo de oír esas melodías a Ziriab, pues suponía que habían de gustarle. Por virtud de esta indicación del monarca, Ziriab le fue presentado. El califa dirigióle la palabra, y él contestó con frases muy pulcras, con expresiones de mucha galanura, con la elocución más concisa y adecuada. Luego preguntále acerca de su habilidad artística, y Ziriab contestó: «Sé cantar lo que casi todos los cantores suelen saber; pero la mayor parte de su repertorio personal se compone de piezas que únicamente son a propósito para ser ejecutadas ante un califa como Vuestra Majestad. Esas no las saben los otros cantores. Si Vuestra Majestad me lo permite, cantaré lo que oído humano no ha escuchado aún».
El califa ordenó que trajeran el laúd de su maestro Ishac; pero, al serle presentado, Ziriab lo rehusó, diciendo: «Tengo mi laúd, que yo mismo he construido. Yo he cortado la madera; yo la he trabajado para adelgazarla, y no me gusta tañer otro laúd. Lo tengo ahí, en la puerta de palacio. Permítame el emir que lo pida».
Harún mandó que trajeran el laúd, y al examinarlo y ver que era semejante al que había rehusado, dijo: «¿Por qué no has querido usar el laúd de tu maestro?» «Si el emir desea que yo cante a estilo de mi maestro, cantaré con el laúd de éste; pero si desea que cante a mi estilo, por necesidad he de tañer mi laúd». «Me parecen los dos uno mismo» replicó Harún. «Así parece, realmente, a primera vista; pero aunque el tamaño sea igual y la madera, la misma, no así el peso: mi laúd pesa un tercio, aproximadamente, menos que el de Ishac. Las cuerdas que uso son de seda que no se ha hilado con agua caliente, operación que las debilita o relaja. El bordón y la tercera las fabrico de intestino de cachorrillo de león, y por eso tienen más dulzura, limpieza y sonoridad que las hechas con tripas de otros animales. Esas cuerdas mías, de tripas de león, son más fuertes y soportan mejor que las otras la pulsación del plectro».
Complacido el califa por esta explicación, le ordenó que cantara. Pulsó Ziriab el laúd, hizo unos rápidos ejercicios y cantó. Harún ar-Rashid, emocionado por lo bien que cantó Ziriab, encaróse con E Mosulí y le dijo: «Si no fuera porque estoy persuadido de que él te ha ocultado la extraordinaria habilidad que posee, te castigaría por no haberme comunicado noticia alguna de este artista. Es preciso que te intereses por él, que cuides de su instrucción hasta que sea completa, y, por mi parte, deseo también contribuir a su formación plena».
Desde entonces, Ishac, arrepentido de haberle presentado al califa, comenzó a sentir envidia, y, no pudiendo soportarla, tuvo una secreta conversación con Zinab, en la que le dijo, en resumen, que allí, en la corte, no . podía aguantar competencias. «Elige, pues, ya que la tierra es ancha: o te vas de aquí a sitio lejano, del que yo no tenga noticias tuyas, para lo cual te ofrezco todo el dinero que quieras, o, de quedarte aquí, no dejaré de emplear medio alguno para perderte. Conque resuelve».
Ziriab, que conocía bien cómo las gastaba El Mosulí, prefirió marcharse. Ishac le dio inmediatamente todo lo que le había prometido, y Ziriab se marchó a países occidentales. Cuando ar-Rashid volvió a preguntar por él, Ishac le contestó que era un chiquillo alocado y trastornado.
Ziriab se fue a tierras occidentales y perdióse en Oriente la memoria de su nombre. Ya en Occidente,
escribió
al monarca español Al-Hákim I diciéndole que sabía cantar y pidiéndole
permiso para presentarse en su corte. Al-Hákim alegróse de recibir la
carta y le invitó a que entrara en Andalucía. Ziriab púsose en camino
con su mujer e hijos; embarcándose en el Estrecho y desembarcando en
Algeciras. Allí se encontraba cuando recibió la infausta noticia de la
muerte de Al-Hákim. Tal suceso le hizo pensar en volverse al Norte de
África, pero Mansur, el cantor judío que Al-Hákim I había enviado a
Algeciras como mensajero para recibir a Ziriab, le hizo desistir de
marcharse y le rogó que esperase a que fuera comunicada comunicada la
noticia a Abderrahmán II, hijo y sucesor del monarca difundo. el cantor
judío escribió a Abderrahmán contándole lo que ocurría, y, a poco,
Ziriab recibió carta de Abderrahmán II, en la que le invitaba a ir a
Córdoba y le expresaba el placer que experimentaría de tenerle a su
lado. Al propio tiempo, el emir escribió a todos los gobernadores de las
comarcas que Ziriab tenía que atravesar encargándoles que le atendiesen
y le obsequiasen. Hasta envió a uno de los eunucos de más alta
categoría para que saliera al encuentro de Ziriab con mulas, mulos y
todos los utensilios y provisiones necesarios para el viaje.
Entró Ziriab en Córdoba de noche, para mayor decoro de su familia, y fue aposentado en una de las mejores casas, a la que se proveyó de todo lo indispensable; hasta se le regalaron vestidos. Después de descansar tres días, Abderrahmán le invitó a presentarse, y le fijó en documento escrito los siguientes honorarios: cada mes cobraría doscientos dinares, y sus hijos, que eran cuatro, cobrarían veinte dinares al mes; anualmente se le darían tres mil dinares: mil en cada una de las Pascuas musulmanas, y quinientos en cada una de las dos fiestas, Mahrachán y Nuruz, y aparte, en especie, doscientos modios de cebada y cien modios de trigo. Todo ello sin contar varios huertos y cortijos que también se le concedieron, y cuyo valor fue apreciado en cuarenta mil dinares.
Satisfechas todas las exigencias de Ziriab y cumplidas todas las promesas que le hizo el monarca, éste seguro ya de tenerle complacido, le invitó a que frecuentara el palacio como comensal suyo, a beber y a hacerse oír cantando.
Dícese que Ziriab pretendía que los genios le inspiraban en sueños, no sólo el canto, sino toda la música que había de ejecutar en el concierto, y, al despertarse en plena noche, llamaba inmediatamente a sus dos esclavas, Gazlán y Honeida, cogían los tres sus respectivos laúdes y en la misma vigilia adiestraba a sus esclavas para que supieran ejecutar la pieza musical y escribía el verso. Después, volvía a meterse en la cama. Lo mismo cuentan que sucedió a Ibrahim el Mosulí cuando compuso el nuevo canto conocido por el majurk los genios le enseñaron y le adiestraron. Pero esto es noticia de dudosa veracidad: sólo Dios sabe lo que sucedió.
Estando en Andalucía, Ziriab añadió al laúd una quinta cuerda. El laúd antiguo sólo tenía cuatro, las cuales, según el simbolismo de los teóricos, correspondían con los cuatro humores del cuerpo humano: la prima era amarilla, y simbolizaba la bilis; la segunda, teñida de rojo, simbolizaba la sangre; la tercera, blanca sin teñir, simbolizaba la flema, y el bordón estaba teñido de negro, color simbólico de la melancolía. Al laúd, pues, le faltaba el alma, y por eso Ziriab aumentó una cuerda roja central (colocada entre la segunda y tercera). De ese modo, el instrumento adquirió más delicada expresión y se prestó a más amplias aplicaciones. Además, inventó el plectro de pluma de águila en vez del de madera, que era de usual. Ese nuevo plectro, por la mayor delicadeza del corte, su mayor limpieza y por ser más ligero, se manejaba mejor y no maltrataba tanto las cuerdas, las cuales podían conservarse mucho más tiempo en buen servicio.
Ziriab,
además de ser excelente poeta, como también lo fue su hijo Ahmed,
estaba muy instruido en varias disciplinas: astronomía, geografía,
física, política, meteorología, etc. Pero, sobre todo, en el arte suyo
tenía un riquísimo repertorio de diez mil canciones, número no superado
por nadie de quien tuviesen noticia Ptolomeo y los escritores antiguos.
Poseía gran penetración y agudeza; sabía mil cosas ingeniosas; conocía
todos los ramos de la literatura; en el trato social era delicadísimo y
atento. En una palabra, reunía todas las cualidades que podían adornar
al hombre más cortés. Su conversación era amenísima; su urbanidad,
exquisita; cualidades a propósito para la corte, cual ninguno de su
oficio poseyó. Entró Ziriab en Córdoba de noche, para mayor decoro de su familia, y fue aposentado en una de las mejores casas, a la que se proveyó de todo lo indispensable; hasta se le regalaron vestidos. Después de descansar tres días, Abderrahmán le invitó a presentarse, y le fijó en documento escrito los siguientes honorarios: cada mes cobraría doscientos dinares, y sus hijos, que eran cuatro, cobrarían veinte dinares al mes; anualmente se le darían tres mil dinares: mil en cada una de las Pascuas musulmanas, y quinientos en cada una de las dos fiestas, Mahrachán y Nuruz, y aparte, en especie, doscientos modios de cebada y cien modios de trigo. Todo ello sin contar varios huertos y cortijos que también se le concedieron, y cuyo valor fue apreciado en cuarenta mil dinares.
Satisfechas todas las exigencias de Ziriab y cumplidas todas las promesas que le hizo el monarca, éste seguro ya de tenerle complacido, le invitó a que frecuentara el palacio como comensal suyo, a beber y a hacerse oír cantando.
Dícese que Ziriab pretendía que los genios le inspiraban en sueños, no sólo el canto, sino toda la música que había de ejecutar en el concierto, y, al despertarse en plena noche, llamaba inmediatamente a sus dos esclavas, Gazlán y Honeida, cogían los tres sus respectivos laúdes y en la misma vigilia adiestraba a sus esclavas para que supieran ejecutar la pieza musical y escribía el verso. Después, volvía a meterse en la cama. Lo mismo cuentan que sucedió a Ibrahim el Mosulí cuando compuso el nuevo canto conocido por el majurk los genios le enseñaron y le adiestraron. Pero esto es noticia de dudosa veracidad: sólo Dios sabe lo que sucedió.
Estando en Andalucía, Ziriab añadió al laúd una quinta cuerda. El laúd antiguo sólo tenía cuatro, las cuales, según el simbolismo de los teóricos, correspondían con los cuatro humores del cuerpo humano: la prima era amarilla, y simbolizaba la bilis; la segunda, teñida de rojo, simbolizaba la sangre; la tercera, blanca sin teñir, simbolizaba la flema, y el bordón estaba teñido de negro, color simbólico de la melancolía. Al laúd, pues, le faltaba el alma, y por eso Ziriab aumentó una cuerda roja central (colocada entre la segunda y tercera). De ese modo, el instrumento adquirió más delicada expresión y se prestó a más amplias aplicaciones. Además, inventó el plectro de pluma de águila en vez del de madera, que era de usual. Ese nuevo plectro, por la mayor delicadeza del corte, su mayor limpieza y por ser más ligero, se manejaba mejor y no maltrataba tanto las cuerdas, las cuales podían conservarse mucho más tiempo en buen servicio.
Los personajes principales de Córdoba y los oficiales palatinos lo tomaron como tipo de imitación, como modelo, aceptando las prácticas de Ziriab como reglas de conducta social y urbana. Hasta las comidas suyas se pusieron de moda en Andalucía: muchas de ellas pasaron a ser costumbres que se conservaron hasta siglos posteriores, unidas a la memoria y nombre de Ziriab, a quien las adjudicaban como introductor. Antes de entrar él en España, los hombres y las mujeres llevaban partida la cabellera con raya central y dejando caer el pelo a ambos lados de la cabeza, cubriendo las cejas; pero cuando la gente elegante vio que Ziriab, sus hijos y sus mujeres llevaban el pelo recortado, dejando la frente despejada, nivelada la cortadura paralelamente a las cejas, con inclinación hacia los oídos y dejando colgar el pelo sobre los pulsos, según se estila ahora aún por criados, eunucos y esclavas, entonces le imitó y vino a generalizarse esta costumbre, como otros muchos usos que ese músico trajo, en perfumes, vestidos, comidas, guisos, vajilla de cristal, etc.»
Pero las modas que más interés tienen para nuestro actual objeto son las relativas a la Música.
«Aún es práctica constante en España (añade el historiador que extractamos) que todo aquel que empieza a aprender el canto comience por el anexir (la recitación), como primer ejercicio, acompañándose de cualquier instrumento de percusión; inmediatamente después, el canto simple o llano, para seguir luego su instrucción y llegar al fin a géneros movidos, hasta los hezeches, según los métodos de enseñanza que introdujo Ziriab.
Cuando este maestro se prestaba a enseñar el canto, mandaba al discípulo que se sentase en una almohada de cuero y que forzara la voz. Si el discípulo poseía voz potente, comenzaba su enseñanza sin necesidad de otra preparación; pero si era de voz escasa, le ordenaba que se atara el vientre con un turbante, para fortalecerlo por ese medio, no dejando a la voz un ancho espacio en la parte central del cuerpo, al salir por la boca. Si el discípulo cerraba ésta al cantar o no separaba las mandíbulas, le mandaba que se metiese en la boca un trozo de madera de tres dedos de ancho, y que pasara de este modo algunas noches, hasta conseguir que se separasen las mandíbulas.
Con el fin de observar las condiciones naturales de la voz del que deseaba ser su discípulo, le hacía gritar con toda la fuerza que pudiese la frase ya hachwn o simplemente un ah, y que mantuviese el grito un buen rato. Si notaba que la voz era clara, pura, fuerte, intensa, perfecta, es decir, sin mezcla de sonidos nasales, ni embarazos de lengua, ni dificultades de respiración, y estimaba que el aspirante poseía condiciones para aprender, le indicaba que podía enseñarle; pero si percibía faltas naturales que imposibilitaran el éxito, le hacía desistir de aprender y no le enseñaba».
Hasta aquí Abenhayán.
Abenjaldún nos dice que el conocimiento de la música que Ziriab dejó como herencia a España se transmitió de generación en generación, hasta la época en que los gobernadores de provincia y de las ciudades se hicieron independientes. «Estuvo muy difundida esta afición en Sevilla, y, cuando esta ciudad decayó, pasé la música a África y Al-Magreb, donde se notan aún algunas huellas en la actualidad (siglo XVI), a pesar de la decadencia de los imperios africanos».
Hasta en los últimos tiempos de Granada recordaban los poetas a Ziriab, poniéndole en el mismo rango que al celebérrimo Mabed.
Realmente, la escuela de Ziriab pudo arraigar en España merced a los muchos transmisores inmediatos que realizaron la difusión, a saber: su propia familia. Ziriab tuvo diez hijos, ocho varones y dos hembras, y todos ellos ejercieron el arte del canto, aunque no todos alcanzaron la misma altura. El mejor cantante fue Ubaidala; le seguía Abderrahmán; pero éste fue tan vano, orgulloso, pagado de sí mismo y tan poco atento a nada que no fuera la admiración de sí propio, que se enajenó las voluntades y tuvo que sufrir serios disgustos, hasta parar en el aislamiento. Cásim fue buen artista y excelente persona; Mohámed, un afeminado.
Las dos hijas de Ziriab fueron muy apreciadas: Hamduna, la más hábil artista, logré casarse con personaje prijpa.1 de la nobleza cordobesa, con el canciller del Imperio Háshim ben Abdelaziz; pero murió antes que su hermana Alía, la cual, por ser la única superviviente fue muy solicitada para enseñar el canto, ejerciendo el magisterio sin competencia y logrando atraer toda la clientela que había procurado el prestigio familiar.
Ziriab, además, educó, enseñó y comunicó sus más bonitas canciones a una esclava suya llamada Metaa, hermosa criatura de quien se enamoró Abderrahmán II cuando ella, llegada a la adolescencia acudía a su palacio, unas veces para cantar, otras, para escanciar la bebida. Esa esclava pudo percibir claramente la pasión del soberano, a pesar de que éste, por miramientos y respeto a Ziriab, no se atrevía a hacer demostración pública de su amor, y un día, dejando todo recato, se atrevió a manifestarle el cariño que ella sentía por el monarca, y en los versos de su canción le increpó excitándole a que lo manifestase. Enterado del caso Ziriab se apresuró a regalar la esclava a Abderrahmán II, a la cual pudo ya desde entonces poseer éste en su palacio.
Discípula directa de Ziriab fue también Masábih, esciava, hábil artista de excelente voz. El amo suyo, el secretario de Abuhafá Omar ben Calil, se mostraba muy avaro, eludiendo y rechazando las peticiones que se le dirigían para que la dejase oír. El poeta Abuornar ben Abderrábihi solicitó una vez oírla; pero le fue denegada la petición. Con este motivo compuso unos versos en que le decía al amo de la esclava:
¿Muestras avaricia por la voz de un pájaro que gorjea? Creo que ese vicio no lo habrá tenido ningún hombre jamás; Pues por muchas que sean las personas que la oigan, El capital de su voz no ha de sufrir merma ni acrecentamiento.
Los cantos de Ziriab, cuidadosamente conservados fueron recogidos y coleccionados por Aslam ben Abdelaziz, pariente de Haniduna, la hija de aquel insigne artista. Este Aslam, hombre capaz de ejecutarlos y que conocía perfectamente todas las tonadas o cantos de Ziriab, y estaba enterado de todas sus clases y aún de la historia de los mismos, pudo realizar la admirable colección que luego fue conocida y divulgada.
Tenemos, pues, que en España penetró y cundió la música oriental, traída por cantores que no eran de raza árabe, sino esclavos, libertos o gente extranjera que la habían aprendido en escuelas orientales. La medinense primitiva tuvo aquí sus representantes directos, y la clásica de los Mosulíes vino a ser dominante en la península, por mediación de un artista excepcional, discípulo directo de Ishac el Mosulí.
Cantáronse en España las mismas canciones de Oriente, con los mismos elementos artísticos y aun los mismos instrumentos a mediados del siglo IX de J. C.
Hasta aquí la narración de la vida de Al Ziryab.
En el capítulo VIII, que trata sobre la difusión de la música de esta escuela persa-árabe por Al Ándalus, afirma “Casi
todos los reyes de taifas tuvieron sus citaras u orquestas de músicos y
cantores. Así lo afirman Abenbassan y otros autores, los cuales echan
en cara a los taifas el vicio de ser grandes bebedores de vino,
reclutadores de cantoras y amigos de oir tañer laudes”.
En
el capítulo IX de la misma obra de Julián Ribera, y sin citar las
fuentes que ha seguido, trata de los cantores-poetas de Al Ándalus.
Algunos nos son muy conocidos, como el ciego de Cabra, otros no cita
la fuente de su información. La sorpresa es que al final de esa lista de
autores, que no es muy numerosa, menciona a una docena de sevillanos,
siendo los dos últimos: “Aben Isa, conocido como el Sevillano, y El
Pollárez de Carmona.”
Hubo
un tiempo en que yo rechazaba a todo hombre que su religión no fuese la
mía. Pero ahora mi corazón se ha convertido en amigo de todas las
formas religiosas. Porque sigo la religión del Amor y voy a donde quiera
que vaya este amor. Porque el Amor es mi credo y mi fe. (Ibn ‘Arabi místico sufí).
Abū Bakr Muhammad Ibn 'Alī Ibn
al-'Arabi (Murcia, 1165 – Damasco, 1240), más conocido como Ibn Arabi,
fue un místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí.
Sus importantes aportaciones en muchos de los campos de las diferentes
ciencias religiosas islámicas le han valido el sobrenombre de Doctor
Máximo. Es probablemente la figura más influyente en la historia del
misticismo islámico.
(Mística: parte de la ciencia que estudia a Dios. Tiene carácter contemplativo y religioso-espiritual. Su raíz hace referencia a misterio.
Se trata de perder la conciencia de si mismo buscando la unión del yo con la divinidad)
Ibn Arabi nació en Murcia, de padre
murciano y madre norteafricana, se trasladó con su familia a Sevilla a
la edad de 7 años. Sus estudios literarios juveniles transcurrieron
entre Lora del Río y Carmona. El ansia de saber y la invasión de los almohades,(Mística: parte de la ciencia que estudia a Dios. Tiene carácter contemplativo y religioso-espiritual. Su raíz hace referencia a misterio.
Se trata de perder la conciencia de si mismo buscando la unión del yo con la divinidad)
(Almohades: https://www.youtube.com/watch?v=WULZKzM4SGM
defensores de un Islam más radical condujo a Ibn Arabi a una vida viajera, recorriendo primero su Al-Andalus natal y luego el Norte de África visitando a los diferentes grupos sufíes.
Fátima de Marchena http://www.cuadernosmedievales.com
Tomado de Web Islam , entrada
“Caminar hacia la luz” de 03-08-2008.
www.webislam.com/articulos/31867-caminar_hacia_la_luz.html
Página vista el 20 Enero de 2012.
...
Así lo narra el propio Ibn Arabí en
su colección de biografías de sufís de Al-Andalus, donde empieza
destacando la religiosidad de cada uno de ellos y en especial la de
aquellos que fueron sus guías espirituales, como su primera maestra,
Shams de Marchena, a quien conoció cuando tenía 80 años: "Ella
vivía en Marchena de los Olivares, donde yo iba con frecuencia a
visitarla. Entre los hombres espirituales, nunca he conocido a nadie
que tuviera semejante dominio de su alma. Sus prácticas y sus
revelaciones eran realmente notables. Ocultaba su estado espiritual,
pero sucedió que me confió en secreto un aspecto, pues a veces
tenía revelaciones respecto a mí y sentí mucha alegría".
Probablemente fue de Shams de quien Ibn Arabí aprendió el poder de
"expresar los pensamientos de los demás" (telepatía), así
como los dones de la clarividencia y la premonición.Hay discípulos de Ibn Arabí que relatan fenómenos de desdoblamiento del maestro en casa de Shams, quien ofrece siete tazas de té a siete Ibn Arabí que van llegando uno a uno a la invitación de la sufí de Marchena mientras el resto de condiscípulos del maestro murciano participan perplejos en el refrigerio.
http://www.webislam.com/articulos/37583 la_escuela_sufi_de_almeria_y_su_relevancia_actual.html
http://www.libreria-mundoarabe.com/Boletines/n%BA80%20Mar.10/MujeresSufismo.htm
Más tarde visitó El Cairo y Jerusalén. Después de pasar dos años de emociones espirituales en La Meca decidió continuar viaje a Bagdad, Mosul, Konya (antigua capital del Sultanato de Rüm y una ciudad de la actual Turquía) y Damasco donde finalmente se estableció durante 17 años hasta su fallecimiento. Su tumba, en la que después fueron enterrados dos de sus hijos, aún se conserva y es lugar de peregrinación para el mundo musulmán. Sobre su tumba los otomanos edificaron una madrasa en la que se guarda su sepulcro.
«Dios,
el Omnipresente y el Omnipotente, no está encerrado en ningún credo ni
religión, porque donde quiera que os volváis, allí está el rostro de
Dios». "No te apegues exclusivamente a ninguna religión, de manera que
dejes de creer en las otras; perderás no poco bien. Más aún, no
acertarás a reconocer la verdadera Verdad".
"Hallé el Amor por encima de la idolatría y la religión. Hallé el Amor
más allá de la duda y de la realidad". "Cuando uno adquiere una cantidad
infinitesimal del Amor, se olvida de ser musulmán, mago, cristiano o infiel".
Música del otro mundo: armonía de las esferas y música del paraíso
Consoladme niñas al alba. (El viaje de Ziryab).
La audición mística o sama
El término sama significa
literalmente ‘audición’. Su significación primera debe entenderse sin
embargo en términos de una audición absoluta no conectada todavía con
ninguna idea de música, pues la audición mística propiamente musical es,
según los autores sufíes, una subclase de esta especie más amplia de
audición.
La idea de la creación del universo
mediante un sonido inicial es también común a otras cosmogonías. Por
ejemplo, los egipcios creían que el dios Thot había creado el mundo con
la voz. Y los persas y los hindúes, afirma el musicólogo Marius
Schneider, “creían que el mundo
había sido creado por un sonido inicial que, al emerger del abismo,
primero se hizo luz y poco a poco parte de esta luz se hizo materia.
Pero esta materialización nunca fue totalmente completa, pues cada cosa
material continuaba conservando más o menos sustancia sonora de la cual
fue creada”.
Según esto, existe en toda la
creación una música inaudible que lo impregna todo. Toda materia se
encuentra perpetuamente en estado de vibración. La audición absoluta,
pues, implica que incluso los sonidos del mundo natural pueden llevar un
mensaje escondido. Ruzbih ān de Shiraz evoca una estación espiritual
(maqām) donde Dios habla por boca del sonido de los pájaros y otros
animales e incluso del sonido del viento. Sin embargo este alto grado
sólo es concedido a los santos o amigos de Dios (wal ī), pues cuando
estos se encuentran en el estado de unificación, Dios les habla por
medio de todas Sus criaturas.
Esta relación de amor es la razón de la gran aceptación que obtuvo el sama en
el mundo islámico, hasta el punto de llegar a ser la piedra de toque
del misticismo a pesar de la oposición de los doctores de la Ley, pues
la experiencia de la audición musical se oponía al exceso de
intelectualismo por parte de estos doctores así como a las laceraciones
de los ascetas. Por ello el músico sufí Hazrat Inayat Khan dice que este
tipo de experiencia es mucho más profunda que la simple creencia
intelectual en Dios, y otorga también a la música el papel de mediadora
para llegar a dicho estado: “Para
un músico, la música es la mejor manera de unirse con Dios. Un músico
con una creencia en Dios le ofrece a él la belleza, el perfume y el
color de su alma”. “La música es el principal medio para despertar el
alma, no existe nada mejor. La música es el camino más corto y más
directo hacia Dios”.
Una premisa común a los sufíes que
utilizaron y utilizan la música en su función espiritual así como a los
filósofos del Islam de línea pitagórica, es que la música de este mundo
tiene su origen en la música del otro mundo. Dos ideas están a la base
de dicha premisa: una es la idea de la armonía de las esferas, iniciada
ya por Pitágoras y desarrollada por aquellos filósofos, y la otra es la
idea de la música del paraíso. Estas dos ideas son las que permiten
entender el papel intermediario o mediador atribuido a la música.
La idea pitagórica de la armonía de
las esferas, según la cual los astros producen una armonía celeste que
es posible de percibir en ciertas condiciones, fue retomada por
filósofos neoplatónicos islámicos y por varios sufíes o gnósticos chiís.
Entre los místicos del Islam,
Suhraward ī, por ejemplo, en su comentario sobre el mundus imaginalis,
recuerda que Pitágoras estableció las leyes de la música en base a la
música del mundo superior, al cual había ascendido en un trance
visionario. A aquel que llega hasta ella se le manifiestan las entidades
espirituales que éstas encierran. “Pitágoras
contó que su alma se había elevado hasta el mundo superior. Gracias a
la pureza de su ser y a la adivinación de su corazón, había escuchado
las melodías de las Esferas y las sonoridades producidas por los
movimientos de los astros, al mismo tiempo que percibía la discreta
resonancia de las voces de sus Ángeles. Volvió después a su cuerpo
material, y lo que había escuchado determinó las relaciones musicales y
perfeccionó la ciencia de la música”.
Rūmī, la otra gran figura junto a
Ibn Arabi del misticismo islámico, aunque también se hace eco de la idea
de la armonía de las esferas, fundamenta sin embargo el origen de la
música en la música del paraíso, cuyas melodías ha escuchado toda alma
antes de su existencia terrena.
El papel mediador de la música
El mundo de “éxtasis” que ellos
perciben constituye una dimensión paralela a la cual los no iniciados no
tienen acceso más que en momentos raros y fugitivos. Así, los maestros
sufíes que se consagraron a la audición mística saborearon, en sus
experiencias extáticas, el conocimiento de este mundo escondido
(al-gayb). Sobre las alas de la música realizaron dentro del mundo
invisible verdaderos viajes en los cuales les fueron mostrados la
totalidad de las estaciones místicas, experiencia que es comparable a la
ascensión misma del Profeta. Todos ellos entendieron la música como una
vía de acceso a este universo, una manera rápida de pasar de un plano
de realidad al otro.
Vemos por tanto que la audición
externa no es más que un medio para despertar la audición interna. El
samā favorece así el acceso al mundo imaginal (flālam al-mi ťāl), que
como se expuso es el plano intermedio
y sutil entre la realidad sensible y la inteligible, eso es, el plano
mediador donde la realidad sensible se transmuta en su significado
oculto y espiritual. Es la escucha por el corazón del discurso del mundo
invisible. Los sonidos concretos llevan así un mensaje escondido, y el
místico puede llegar a percibir en cada melodía la voz del Amado.
La recitación terapéutica del Corán y de los nombres divinos.
El Corán (al-qurān), cuya raíz QR
significa ‘recitación’ de un texto, fue transmitido oralmente antes de
ser escrito, y esto pone ya de relieve la preeminencia que según los
pensadores musulmanes tiene la facultad de la audición por encima de
todas las otras facultades, incluida la visión. Pero el hecho clave
relacionado con la música que aquí nos concierne es que sólo la forma
recitada, y por lo tanto sonora, del Corán es capaz de activar los
significados en el oyente a un nivel más profundo que el simplemente
intelectual. Es por ello que la recitación del texto acompaña casi
siempre a su lectura.
Esta recitación, asociada a una
cierta cadencia musical de la voz, actúa pues de intermediaria entre los
planos superiores y los inferiores del ser. Que este hecho espiritual
tiene también propiedades terapéuticas lo ejemplifica un episodio de los
primeros años de vida de Ibn Arabī, que Corbin relata con precisión: “Se
manifiestan ya en esta época las aptitudes visionarias de Ibn Arabī.
Cae gravemente enfermo y la fiebre le sume en un profundo letargo. Se le
da por muerto, mientras él, en su universo interior, se ve asediado por
un grupo de personajes amenazadores de aspecto infernal. Pero he aquí
que surge un ser de belleza maravillosa, suavemente perfumado, que
repele con fuerza invencible a las figuras demoníacas. << ¿Quién
eres? >> le pregunta Ibn Arabi. << Soy la sura
Yāfi-sīn>> . Su desdichado padre, angustiado junto a su lecho,
recitaba en aquel momento esa sura (la 36 del Corán) que se salmodia
especialmente para los agonizantes”.
La ciencia del sonido articulado,
profundamente conectada con la idea misma de música, se pone de relieve
también en la recitación de los nombres divinos, la cual constituye una
forma de ďikr, técnica fundamental del método sufí. El ya citado músico
sufí de la India Hazrat Inayat Khan, dice que “los
sabios consideraron la ciencia del sonido como la más importante
ciencia en cualquier condición de la vida: a la hora de curar, de
enseñar, de evolucionar, de conseguir cualquier cosa en la vida”.
Sobre esta base se asienta la ciencia del ďikr , desarrollada por los
sufíes. Ďikr no significa aquí una frase particular, sino una ciencia de
la palabra. En la palabra hablada se activan las vibraciones más
sutiles. Las vibraciones del aire no son nada; pero debido a que cada
palabra lleva una respiración detrás,
y la respiración posee vibraciones espirituales, la acción de la
respiración funciona físicamente mientras la respiración misma es una
corriente eléctrica. La respiración no es aire solamente, sino una
corriente eléctrica, y por tanto una vibración interior. Mediante el
poder del sonido o de la palabra se puede evolucionar espiritualmente y
experimentar todos los diferentes estados de la perfección interior.
Efectivamente, que la articulación sonora es de vital importancia se
refleja en el hecho de que cada nombre divino tiene la suya particular,
conectada a su propio significado. Y por su repetición se puede activar
por resonancia su significado e integrarlo. La recitación sonora
actuaría así de puente entre el concepto puramente abstracto e
intelectual del nombre y su asimilación práctica.
Rūmī y el sama como danza extática
Aunque
literalmente el término árabe samā significa ‘escucha’ o ‘audición’,
designa también por extensión la práctica de la danza con finalidades
espirituales. Así pues, desde los albores del sufismo, e incluso mucho
antes entre los chamanes, se encuentra la práctica de la danza giratoria
al son de la música sagrada. Ya un sufí egipcio del s. IX, Dulnún el
Misrí, fue además de místico contemplativo un asceta giróvago.
El sama consiste así en una danza
circular que imita el movimiento circular presente en toda la
existencia. Esta es su simbología básica, y el místico giróvago busca
participar de esta danza cósmica. Efectivamente, tanto el macrocosmos
como el microcosmos muestran un diseño circular que se repite
constantemente. Si empezamos por lo más pequeño podemos observar el
movimiento en espiral del ADN, consecuencia del balance entre los
azúcares, fosfatos y nitrógenos; o las huellas dactilares, también en
espiral; la circulación circular de la sangre; los pliegues del cerebro;
el agua cuando se arremolina o cuando cae; el humo cuando se eleva; o
en las abejas o mariposas cuando con sus patas realizan un movimiento
similar cuando quieren enviar un mensaje. Y si elevamos la mirada
podemos observar el movimiento de los planetas alrededor del sol, o la
misma forma espiral de las galaxias.
http://www.youtube.com/watch?v=al5ZuZ6_b0I
http://www.youtube.com/watch?v=al5ZuZ6_b0I
Esta
idea de la circularidad es por tanto la que inspira la danza del samā.
En último término el círculo simboliza la Unicidad del Ser. Todo movimiento circular lo es en relación a un centro, y en este caso
el centro es el Corazón. Una vez más vemos aquí que los elementos
dispersos del alma son reunidos de nuevo y transmutados en relación a la
luz del corazón. De hecho, es significativo que el vestido blanco que
visten los danzantes durante las ceremonias rituales, la tannūre, tiene
en su origen etimológico la noción de ‘horno’ (tannūr), simbolizando así
la capacidad alquímica de la danza para transformar o cocer los
aspectos inmaduros del alma.
Otro
de los símbolos es la posición de los brazos y las manos durante la
danza. La mano derecha mira hacia arriba, simbolizando que recibe el
conocimiento del infinito, de Dios, y la izquierda, girada hacia abajo
simboliza que el conocimiento es transmitido a la humanidad. En efecto,
la condición para poder recibir es primero vaciarse, lo que significa
morir a uno mismo. Por ello el sombrero de fieltro que visten los
danzantes imita las lápidas de los cementerios, queriendo así simbolizar
la muerte del ego. En este vacío es donde el sufí se trasciende y
encuentra su Sí mismo verdadero, donde vive de verdad. Esta muerte
simbólica explica la dimensión terapéutica del samā. Durante el giro
toda la actividad pensante puede ser observada desde la distancia
meditativa, ayudando así al proceso de desidentificación, por el cual
esta ‘fuga de ideas’ con todas sus proyecciones es reconducida,
integrada y reducida finalmente al silencio de la contemplación. La otra
parte, la simbolizada por la mano izquierda es también profundamente
significativa a nivel terapéutico, pues muchas enfermedades surgen de
una falta de sentido. Por ejemplo es bien sabido que en el cáncer las
células han dejado de realizar su función. Este símbolo, pues, establece
una circulación constante entre el recibir y el dar. Si esta
circulación se detiene empieza el bloqueo, el cual es sinónimo de
enfermedad.
Rumí repitió varias veces esta
experiencia del sama y amplió el número de días y noches; así, sus
estados de éxtasis le llevaron a hacer samā también durante siete,
nueve, dieciséis, y cuarenta días y noches sin descanso. Durante las
largas sesiones de samā los músicos tenían un lugar destacado, pues,
después del maestro, ellos eran los personajes principales.
http://www.youtube.com/watch?v=Hs_Tvrbh-lQ
http://www.youtube.com/watch?v=yk6XJSjeJVo (Tonka)
Había al menos tres equipos de músicos, formados por cuatro o cinco intérpretes, que se relevaban para que la música y la poesía continuasen sin interrupción. Algunos de los instrumentos que utilizaban se usan todavía en las sesiones de samā que se realizan en la actualidad en las distintas cofradías. Por ejemplo, es bien conocido que el instrumento rey era el ney o flauta de caña. Rūmī atribuye así una doble función a este instrumento sagrado, pues por un lado le revela al hombre el dolor de su condición o estado de separación y por otro le procura la embriaguez del éxtasis. El ney es así un instrumento altamente simbólico, y tiene actualmente la misma forma que entonces, pues igualque ahora constaba de siete agujeros, sin contar los dos orificios por donde entra y sale el aire. Para Rūmī, pues, el sonido del ney equivale al lamento del alma por haber sido separada de su origen, de igual forma que la caña es separada del cañaveral.
http://www.youtube.com/watch?v=Hs_Tvrbh-lQ
http://www.youtube.com/watch?v=yk6XJSjeJVo (Tonka)
Había al menos tres equipos de músicos, formados por cuatro o cinco intérpretes, que se relevaban para que la música y la poesía continuasen sin interrupción. Algunos de los instrumentos que utilizaban se usan todavía en las sesiones de samā que se realizan en la actualidad en las distintas cofradías. Por ejemplo, es bien conocido que el instrumento rey era el ney o flauta de caña. Rūmī atribuye así una doble función a este instrumento sagrado, pues por un lado le revela al hombre el dolor de su condición o estado de separación y por otro le procura la embriaguez del éxtasis. El ney es así un instrumento altamente simbólico, y tiene actualmente la misma forma que entonces, pues igualque ahora constaba de siete agujeros, sin contar los dos orificios por donde entra y sale el aire. Para Rūmī, pues, el sonido del ney equivale al lamento del alma por haber sido separada de su origen, de igual forma que la caña es separada del cañaveral.
Otro instrumento importante era el
Reb āb. Se trata de un instrumento de cuerda frotada de la familia de la
viola, compuesto por tres cuerdas de crin.
Rūmī
utilizaba siempre instrumentos que no tuvieran connotaciones mundanas,
como el ney , pues es un instrumento sencillo y modesto. También ha
quedado registrado que se utilizaban otros instrumentos, y entre los
mencionados se encuentran el ŧanb ūr, el arpa y el daf o tambor rítmico.
Sama y éxtasis: el vino del Amor
Rūmī tenía interés en destacar el
carácter sagrado y no profano o mundanal del samā, sin embargo, no por
ello debe pensarse que las reuniones tenían un carácter formal y
solemne, pues nunca debe olvidarse que el contenido esencial del samā es
el éxtasis, que para Rūmī es la expresión del gozo místico, como
declara él mismo: “Si nos buscas, búscanos dentro del júbilo, pues
nosotros somos los habitantes del reino del júbilo”. Por tanto, a la
dimensión de ascetismo de Rūmī, ya que no hay que olvidar las múltiples
prácticas ascéticas que realizaba como ayunos y demás, se le suma una
dimensión de alegría y de amor fruto del camino místico. Este amor, que
lo quema todo salvo al Amado, lo experimentan los místicos como éxtasis,
de ahí el simbolismo de la embriaguez causada por el vino, símbolo de
la gracia de Dios, que se derrama en la copa que es el corazón del
hombre, y que se sirve en la taberna, símbolo de las reuniones sufíes.
Estas metáforas se encuentran frecuentemente en los textos. El Diwan o
las Rubayats de Rūmī, por ejemplo, giran alrededor de esta idea de la
ebriedad mística,
fruto de la unión y que es capaz de llevar al místico a auto
trascenderse e ir más allá de la razón, llevándole a un estado de
maravilla o perplejidad que ya no quiere cambiar por nada. Este estado
de amor es el que permite un conocimiento directo de la Realidad, es el
estado donde el místico ve que todo danza en alabanza al Creador, como
dice Rūmī: “Los árboles, realizando sus juegos de danza suplican
amorosamente”. Ve que todo ser es el Amado, incluso él mismo: “Cuando de
la cabeza a los pies tú eres Él”. Así, expresar esta identidad es,
simplemente, recordar la nostalgia del << Tesoro oculto >>
que aspira a ser conocido, nostalgia que es el secreto de la creación.
En relación a eso podemos entender
la expresión “el vino del amor”, tan utilizada en los poemas sufíes. La
embriaguez es fruto del conocimiento místico, que se otorga
como gracia divina a quienes avanzan en el camino, en este caso, del
método sufí. Rumí hace múltiples referencias al éxtasis interior o
embriaguez causada por este vino espiritual: “El hombre de Dios se
embriaga sin vino”. “Las ganancias de la religión son el amor y el
éxtasis interior: ¡la capacidad de recibir la Luz de Dios, oh
obstinado!”; “Ese (vino puro) es la porción que les corresponde a los
que carecen de ego”. “Que muestres fortaleza en mortificar y afligir al
yo, que veas de continuo la vida perpetua en el morir al yo. Tu carácter
de piedra disminuirá a cada momento, la naturaleza de rubí será
fortalecida en ti. Las cualidades de la existencia se irán de tu cuerpo,
las cualidades de la embriaguez aumentarán en tu cabeza”.
Volviendo al tema del amor, vemos que es uno de los puntos más importantes en la obra de sufíes como Rūmī o
Ibn Arabī. Es fácil deducir que fue esta calidad del amor que envolvía
la figura de Rūmī la que extendió su fama por todo el orbe musulmán de
su época. Su filosofía de amor y tolerancia, como también lo es la de
Ibn Arabī, permite acercar y hacer entendible el mensaje sufí a
occidente, y por ello la obra de ambos autores es leída y estudiada
actualmente en el mundo entero. Es por eso por lo que en los círculos
sufíes occidentales se acepta que los futuros discípulos entren por la
puerta de la belleza, el amor y la esperanza en lugar de por la puerta
de la majestad, la ascesis y el temor. Luego, una vez degustado el amor y
la belleza a través de prácticas como la del samā, el discípulo mismo
percibe la necesidad de la ascesis y de las prácticas rituales, pues
serán el camino para llegar a hacer permanente ese amor fugaz que
experimentó. http://www.youtube.com/watch?v=WYeE0KF9Tlg
https://www.youtube.com/watch?v=9_UpGGjdIhA
El sombrero del alquimista. (Carmona).
https://www.youtube.com/watch?v=VJdB_tWLWDI
Esta muy bien redactado . Pero, si acaso, deberías resumir un poco mas. Estaría mucho mejor si tuviera la misma extensión que las otras redacciones como la de la Flauta Mágica. Pero por lo demás esta muy bien.
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